6 de septiembre de 2011

Dia 5

Berducedo-Grandas de Salime



A medida que pasaba la tarde anterior, y conforme iban llegando los peregrinos, más pequeño resultaba el pueblo para albergar a todo aquel que llegaba.


A pesar de contar con dos albergues, el alojamiento era a todas luces insuficiente en Berducedo, y a poco más de las tres de la tarde ya no quedaban camas disponibles.


El albergue privado empezó a cobrar por dormir en el suelo, la hospitalera del municipal, tuvo que alojar a los peregrinos en el " palomar" e incluso varios afortunados pudieron pasar la noche en un horreo que habilitaron.


Cuando fuimos a acostarnos, el reducido suelo de la cocina del albergue ( y unico paso para salir de el) ya acogia al menos a 4 personas en sus sacos.


Bien es cierto, según nos iban contando todos los hospitaleros que este año el camino primitivo habia sufrido un notable aumento de peregrinos en los meses de julio y agosto, y que en una ruta que habitualmente puedes encontarte a cinco o seis personas por dia, en el mes de agosto se habian llegado a contar más de ochenta.


Así pues cuando sonó el despertador y me levanté, casi no tenia sitio dentro del albergue para vestirme y cerrar la mochila.


Cogí los trastos como pude y saliendo con todo el cuidado del mundo terminé de vestirme con el fresquito de las seis de la mañana en tierras asturianas a la puerta del albergue.


Allí, Fran, un granaino con el que habia hecho muy buenas migas en los dias anteriores, hacia lo propio y terminó de preparar su mochila mientras charlabamos. Tomamos algo ligerito y empezamos a andar.


Al pasar por la iglesia, vimos como bajo el porche dormian un buen número de peregrinos que debian haber llegado demasiado tarde para ni siquiera coger sitio en el suelo del albergue.


Con la charla llegamos hasta La Mesa y empezamos una nueva subida viendo a una pareja de peregrinos a lo lejos a los que no reconocimos hasta que estuvimos bastante más cerca, se trataban de Juan y Merche, que con dificultad subian el duro repecho que lleva a los molinos eolicos. Algo más adelante subía Lola y ya con bastante ventaja Lupe y Toño encabezaban el grupo.


Tras cruzar unas cuantas frases y un ¡Buen Camino! empezamos a descender. ¡Por fin, pense yo, un buen tramo bajada para relajarnos! Y lo cierto es que descendimos, y descendimos y seguimos descendiendo, unos tramos con más facilidad y otros con menos, pero la charla y la grata compañia aliviaban las rodillas que empezaban a dar sintomas de estar algo perjudicadas.


La vista del embalse de Grandas nos acompaño durante casi toda la etapa aunque a veces jugaba a esconderse entre los arboles para aparecer un poco más adelante, hasta que al fin llegamos a una carretera que nos llevó directamente hasta la presa. Ya teniamos a la vista el lugar donde ibamos a parar a tomarnos un cafelito cuando al terminar de cruzar el embalse, un viento casi huracanado nos impedia continuar. Agachamos la cabeza, apretamos bien los pies contra el suelo y con un gran esfuerzo conseguimos superar los realmente pocos metros de viento que al sumarse al volumen de la mochila se convertian en una combinacion muy peligrosa.


Sentados en la terraza del hotel disfrutando de un cafe calentito entre las manos, veiamos cruzar el embalse a los que iban llegando detras de nosotros. Cuando entraban Mariano, Dora y Angel nos levantabamos Fran y yo para continuar el camino.


A partir de ahí, empezamos una larga subida por carretera y faltando poco menos de un par de kilometros para llegar a Grandas el camino se internaba en un sendero que nos conduciría hasta la población y su albergue recien estrenado.

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