9 de septiembre de 2011

Dia 8

Cadavo - Lugo

Y llegó el ultimo dia, la ultima etapa de este camino primitivo que me habia aventurado a recorrer solo.
Solo llegué a Oviedo, pero no se puede decir que en los siguientes dias me sientiese así. Aunque la inmensa mayoria de los kilometros andados los haya recorrido en soledad, la sensación nunca fue esa, pues ya desde el primer dia en la capital asturiana me sentí arropado por los distintos peregrinos con los que me fui encontrando.
Y como era el ultimo dia de un camino que habia comenzado solo, decidí acabarlo en compañia.

El despertador estaba preparado para las seis de la mañana, como cada dia, pero pasaban pocos minutos de las cinco cuando empezó el movimiento en las literas de alrededor, asi que tras dar unas cuantas vueltas en la litera, intentado volver a conciliar el sueño sin conseguirlo, decidí levantarme y empezar a recoger la mochila.
Como era demasiado temprano, no quise molestar y saqué todos los bartulos fuera de la habitación, pero cual fue mi sorpresa al ver a mucha más gente de la esperada preparandose ya para marchar.
Alli estaban entre otros la pareja de alicantinos con la que habia compartido buena parte de la etapa anterior, y nos pusimos a charlar.
Decidimos ir a tomar café antes de empezar a andar, y nos fuimos al bar, en el que tuvimos que esperar que terminasen de limpiar un poco para que nos atendiesen.
Así que tranquilamente empezaba la ultima jornada de mi camino en este año, y no tenia ninguna prisa por terminarla.
Cuando nos pusimos a caminar era aun noche cerrada, y tras el sueño reparador, gracias al descanso las piernas respondian bastante bien, así que empezamos a darle un poco de caña al cuerpo, que era una etapa muy larga, y a todas luces bastante pesada.
La unica subida reseñable en esta etapa era el alto de la Vacariza y lo afrontamos con todas las energias que nos habia dado la noche, asi que sin más problemas subimos el alto y nos dirigimos a Vilabade, donde poco antes de llegar nos encontramos con el grupo de "las chicas" y su inseparable Toño.


Yo llevaba varios dias que me apetecia compartir kilometros y charla con este curioso y entrañable grupo, pero el muy distinto ritmo de marcha me habia echo compartir tan solo charla con ellos por las tardes cuando ya estabamos de descanso.
Era el ultimo día y habia decidido tomarmelo con otro ritmo, sin prisas, compartiendo vivencias con los distintos peregrinos, así que me despedí de los alicantinos que continuaron su marcha y me uní como nuevo mienbro a este grupo.
Durante un buen rato, que disfruté de una muy interesante conversación, marché junto a Lola y charlando charlando llegamos a Castroverde, ultimo lugar donde podriamos sentarnos a tomar un café antes de llegar a Lugo,y como tambien era el ultimo café del camino, pues paramos a tomarlo.
Estando en el bar llegó Angel que se unió a nosotros y tras el desayuno continuamos camino todos juntos, aunque pronto las chicas se quedaron atras y Toño, Angel y un servidor seguimos charlando. Tras algunos kilometros Toño decidió esperar a las chicas y el trio se redujo a duo.
Pasaban las horas, y los kilometros se quedaban atras en una etapa bastante aburrida paisajisticamente hablando.

Y como era el ultimo dia pues para acabar, acabé sufriendo lo que los ciclistas llaman una pajara.
Varios factores se unieron en mi contra: por una parte, aunque tenia muchas ganas de volver a ver a mi mujer y a mi hija, no queria dejar en Lugo el camino. Me daba muchisima pena no llegar hasta Santiago con esta extraña familia que habiamos ido formando a lo largo de este camino primitivo.
Por otra parte me daba muchisimo coraje que hubiese que andar tantisimos kilometros por carretera o por senderos pegados a ella, para llegar a Lugo, aunque realmente en todas las etapas nos habiamos tenido que enfrentar a varios tramos más o menos largos de duro asfalto.
La rodilla venía sufriendo desde hacia varias etapas y en la ultima no iba a ser menos.
A todo esto se unió el Sol, que castigaba con fuerza en un recorrido casi sin sombras donde cobijarse, y que abrasaba a cada paso que daba por la carretera.

Aprovechando la sombra de un arbol, le dije a mi compañero de camino que iba a parar a comer algo, el me dijo que continuaba, que seguro que nos encontrabamos un poco más adelante.
Tras reponer fuerzas con un bocadillo que me preparé con los restos que me quedaban en la mochila, seguí la marcha, aunque sin muchas gana.
Saqué el Ipod de la mochila y me puse a Fito a todo volumen, necesitaba levantar un poco el animo y la verdad es que el rock&roll me puso las pilas y me ayudo a completar los ultimos kilometros que me faltaban para llegar a Lugo. Cuando empecé a recorrer los barrios de la gran ciudad, guardé la musica deseando llegar al albergue lo mas pronto posible... pero una escalera, para mi maltrecha rodilla, interminable, se interponia en mi camino. Lo pasé bastante mal subiendo aquellos peldaños, y cuando tras mucho esfuerzo conseguí superarlos una voz me llamó... ¡Joaquin! Era Angel que ,como una aparición celestial, me llamaba desde la puerta de un bar con una enorme jarra de cerveza en la mano.
Me senté con el, y tras disfrutar una helada jarra de medio litro de cerveza, continuamos hacia el albergue que ya no debia quedar lejos.
Subiendo hacia la muralla nos alcanzó Daní que venía con dos chicos a los que no habia visto antes, y ya todos juntos llegamos hasta el final de nuestra etapa.
Alli poco a poco nos fuimos encontrando todos los que habiamos ido coincidiendo en las etapas anteriores y nos fuimos a comer juntos a un restaurante que Juan conocía, y donde, todo sea dicho, se comió muy bien.


Para bajar la comida, nos pusimos a darle la vuelta a la muralla, y como solo habiamos andado 31 kilometros en esta etapa, pues nos hicimos un par de ellos más, para estirar las piernas.


Y charlando y andando, como los 8 dias anteriores,se pasó la tarde, haciendo tiempo para que llegase la hora de montarme en el tren que me llevaría de vuelta a Madrid.
Me acerqué al albergue y me despedí de todos los que habian sido mis compañeros de camino que ya se preparaban para irse a dormir, y tras los besos y abrazos, salimos los más jovenes a tomarnos una cervecita de despedida, que acabamos brindando con un

¡¡¡BUEN CAMINO!!!

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