5 de septiembre de 2011

dia 4

Campiello - Berducedo




Por fin llegó el ansiado y temido día.
Era hora de afrontar la ruta de los hospitales, probablemente la ruta más nombrada desde que salimos de Oviedo.
Con la mochila bien preparada (comida y bebida suficiente), y las piernas dispuestas a sufrir (un día más), pasaban unos minutos de las seis cuando me levantaba y vestía en la semioscuridad del albergue.
Cuando me asomé a la puerta eran muchos los que se estaban preparando para marchar. Apuré una barrita energética y un pequeño zumo de piña y con la linterna encendida (como cada mañana) comencé a andar.
La carretera era una vez más el camino a seguir, y la niebla en aquella mañana su compañera.
Por fortuna el camino no tenia ninguna complicación en aquel principio de etapa, pues la linterna, en un intento de recolocarme la mochila decidió saltar al suelo y dejar de funcionar, así que forzando mucho los ojos pude continuar camino en la oscuridad por aquella solitaria carretera hasta que el sol empezó a levantar.



Poco antes del desvío para la ruta de los Hospitales me encontré con Dora y Mariano que habían salido un poco antes que yo y charlando continuamos la marcha subiendo las primeras rampas de la jornada para llegar a la capilla de San Pascual (patrono de su ciudad) donde paramos a hacer unas fotos.
Un poco más adelante nos encontramos con el grupo de las chicas y Toño que avanzaban por una pista bastante irregular donde campaban a sus anchas los caballos.
A medida que las rampas se iban endureciendo el grupo se iba estirando y disolviendo hasta que me encontré solo de nuevo subiendo.
Cuando llegué a las ruinas del primer hospital (Paradiella) y viendo la subida que me esperaba pocos metros mas adelante, decidí tomar un bocado y abrigarme a pesar de llegar sudando.
Esa cuesta la recuerdo como la de mayor pendiente que he recorrido en el camino primitivo (quizás este equivocado, pero al menos la que más me costó seguro que fue), pero también como la que me trasladó a una nueva dimensión de paz y serenidad como nunca la había vivido.




Allí, en mitad de la nada, tan solo conmigo mismo, respiré como el que respira por primera vez. Llené mis pulmones del aire mas puro que tengo conciencia haber respirado jamás y pude disfrutar del silencio como nunca lo había oído.
Me solté la mochila y me senté sobre una piedra… no sé cuanto tiempo pude pasar allí mirando al infinito, sin ninguna prisa, sin nada más que hacer que disfrutar del momento presente…
Un escalofrío me recorrió la espalda y lo consideré como la señal para volver a ponerme en camino, y tras atarme la mochila mojada por el sudor continué la marcha buscando el alto de la Marta, final de la variante de los hospitales.
Una fortísima bajada con piedras sueltas me recibió y machacó las rodillas para acercarme a Montefurado y desde allí, casi de paseo hasta Lago y Berducedo.




El tramo final de la etapa, entre pinares, me lo tomé casi como un juego, persiguiendo a una ardilla que se escondía de mi cuando me acercaba más de lo que ella consideraba pertinente, y así, sin darme cuenta me encontré con el albergue de Berducedo, donde pasaría aquella noche.

No hay comentarios: